Los años no pasan en balde para nadie y es habitual ver cómo los cambios asociados a la edad se van manifestando en nuestro cuerpo. La piel y las articulaciones son las grandes protagonistas de los cambios asociados a la edad, pero hay muchas otras partes que también cambian conforme vamos cumpliendo años.
Un gran ejemplo de ello lo tenemos en la vagina, una de las partes del cuerpo de la mujer que más cambios va experimentando.
La buena salud de una vagina se representa por la lubricación de las paredes vaginales, las cuales se mantienen de esta forma gracias al estrógeno. Esta hormona es la encargada de regular y equilibrar la salud de las paredes vaginales y, conforme vamos cumpliendo años, es más fácil que esta hormona se segregue en menores cantidades.
Este adelgazamiento y resequedad de las paredes vaginales se conoce como atrofia vaginal y es uno de los trastornos más habituales en mujeres durante y después de la menopausia. La menopausia es una etapa de la vida de cualquier mujer donde el cuerpo deja de segregar estrógenos, provocando cambios sustanciales en el sistema hormonal que derivan en problemas asociados.
Los niveles menores de estrógenos son los causantes de los primeros síntomas de la menopausia pero la atrofia vaginal se puede detectar pasada esta etapa. No obstante, hay también muchos casos de mujeres que comienzan a sufrir este problema al comienzo de la menopausia, por lo que también se considera a la atrofia vaginal como un primer síntoma.
Muchas mujeres esconden este problema por vergüenza, aunque suele provocar problemas asociados como picores, necesidad de orinar con mayor frecuencia, molestias en las relaciones sexuales, ardor en la vagina y, en algunos casos, leve sangrado tras mantener relaciones sexuales.
Causas o factores de riesgo de la atrofia vaginal
La sequedad de las paredes vaginales es un problema asociado a la edad, aunque hay varios factores que suelen aumentar el riesgo de sufrir este trastorno.
Las mujeres que fuman tabaco tienen más probabilidades de sufrir esta resequedad, ya que el tabaco afecta directamente a la circulación sanguínea provocando que llegue menos oxígeno a la vagina. Además, el tabaco provoca que los estrógenos se reduzcan en el cuerpo por lo que no es nada recomendable.
Las mujeres que no han dado a luz también son propensas a sufrir atrofia vaginal, aunque una de las causas más frecuentes en la ausencia de actividad sexual. Si la mujer deja practicar sexo, las paredes se vuelven más propensas a la resequedad y se hacen menos elásticas, provocando esta atrofia.
Tratamientos
Los tratamientos más habituales frente a estos trastornos son geles vaginales, cremas o anillos de estrógenos.
No obstante, la estimulación vaginal es uno de los mejores frenos frente a la atrofia vaginal. La masturbación o la práctica sexual estimula enormemente la vagina y hace que las paredes no se atrofien, quedando más elásticas e hidratadas.