Se define al mindfulness como la práctica de prestar atención plena al momento presente, sin juzgarlo. Se practica cuando nos centramos en lo que nos ocurre “aquí y ahora” y lo aceptamos tal cual, sin entrar en consideraciones de tipo moral o de valores éticos o filosóficos. El significado del término, que tiene una raíz milenaria, es “plena consciencia”.
La técnica del mindfulness enseña a tomar consciencia plena de cada momento presente. Es consciencia plena, y no “conciencia plena”, porque la “consciencia” es nuestra capacidad para percibir la realidad que nos rodea y reconocernos en ella, mientras que la “conciencia” es un conocimiento moral de dicha realidad. Es decir, es un conocimiento que distingue “lo que está bien” (o lo que nosotros entendemos que “está bien”, en el momento presente del “aquí y ahora”) y “lo que está mal” (o lo que nosotros consideramos que “está mal” en el momento actual, en este mismo “aquí y ahora”).
La consciencia es el conocimiento sin más, mientras que la conciencia es el juicio de valor que hacemos sobre aquello que conocemos.
La consciencia es “un estado puro de conocimiento”, mientras que la conciencia es un “estado condicionado o circunstancial de conocimiento”, en tanto que cambia con el paso del tiempo y que está en función de las circunstancias y factores que rodean a lo que conocemos. Estos factores y circunstancias pueden distraernos y sacarnos de nuestro estado de concentración, de nuestra consciencia de nuestro propio yo.
Mindflness y meditación
Por esta razón, la consciencia es un valor aséptico, no “contaminado”, no influido por dichos factores condicionantes externos.
Sin embargo, con la conciencia hacemos juicios de valor, que son cambiantes, de tal manera que lo que ayer estuvo “mal” hoy puede estar “bien” o, simplemente, ser normal y no estar moralmente reprobado. O viceversa.
La técnica del minfulness se basa en el dominio de un conjunto de procesos por los cuales adquirimos, desarrollamos y perfeccionamos una capacidad y una habilidad especiales para concentrarnos en lo que sucede en nosotros mismos (en nuestro interior, en nuestro yo…) y en nuestro alrededor, abstrayéndonos del ruido y de las distracciones.
Es frecuente confundir minfulness con meditación, cuando en realidad éste último estado (la meditación) tan sólo forma parte de aquél primero (el minfulness). La meditación es una de las prácticas para practicar mindfulness, pero no la única.
Vivir plenamente nuestras vidas
Mindfulness, o atención plena, es el viaje más apasionante que las personas podemos realizar: el viaje hacia el interior de nosotros mismos, con el que llegaremos al verdadero autodescubrimiento y autoconocimiento.
Se trata de un estado mental, emocional y, a la vez, físico. Es la mejor forma de estar presentes, de verdad, en nuestras propias vidas. Y así poder vivirlas plenamente. Mindfulness es el estado del “ser”, mientras que los factores externos que nos influyen de una u otra forma, cada día, (alegría-tristeza; expectación-decepción; amor-odio…) nos impulsan más a “hacer”.
Cómo se practica mindfulnes
Practicar mindfulness no es fácil, sobre todo al comienzo. Es más; una práctica inadecuada de la meditación, con la expectativa de alcanzar un estado de mindfulness, puede tener el efecto contrario y llevarnos a la depresión, a la ansiedad o al estrés. O a las tres cosas a la vez.
Es como practicar un deporte sin estar físicamente preparados para ello. Podríamos provocarnos lesiones o algo incluso peor: darnos un infarto. Por esto, lo recomendable es acudir a un profesional que nos enseñe a practicar mindfulness, de la misma manera que es recomendable practicar un deporte bajo la dirección de un instructor o entrenador.
Para quienes a pesar de todo prefieran probar por sí solos, vayan los siguientes consejos.
El tiempo. En primer lugar, es recomendable empezar practicando varios minutos al día e ir ampliando en función la rutina que se vaya adquiriendo, hasta llegar al ritmo ideal de treinta minutos cada día. Hay que ser paciente y constante, porque al principio es lógico que no notemos nada. Tampoco conviene precipitarse e intentar avanzar muy rápido.
El momento. No vale cualquier momento del día para practicar mindfulness. Hay que encontrar “el momento”, ese que es el más tranquilo del día, sea mañana, tarde o noche.
El espacio. Hay que escoger un ambiente relajado, un lugar libre de ruidos o de distracciones externas, con la temperatura adecuada y donde nos sintamos a gusto. La ubicación de ese lugar ideal (tu casa, tu cuarto, el jardín, un monte…) es cosa tuya.
La comodidad. Es fundamental llevar ropa cómoda y colocarse en una postura cómoda para practicar mindfulness.
La respiración. Una técnica muy importante para la meditación y, a través de ésta, para llegar a un estado de mindfulness es la respiración. Hay que concentrarse en ella, cómo el aire entra por la nariz hacia los pulmones; cómo oxigenamos nuestro cuerpo y cómo sale dicho aire nuevamente por la nariz, expulsando con él todo lo negativo que albergamos.
Si algo externo nos distrae, hay que volver rápidamente a concentrarnos en nuestra respiración. Así iremos perfeccionando la técnica y cada vez nos ocupará menos tiempo alcanzar el estado de mindfulness.
En todo este proceso hay que dejar que fluyan los pensamientos y emociones, con una actitud neutral ante ellos, sin juzgarlos. Sólo percibirlos y observarlos de manera impersonal, como un observador ajeno. Libres de juicios y prejuicios alcanzamos la consciencia de nosotros mismos. Alcanzamos la libertad.