La figura del psicólogo es comúnmente asociada a la resolución de problemas propios de la edad adulta y al afrontamiento de síntomas ligados a determinados trastornos; sin embargo, cada vez se está haciendo más notable la figura del psicólogo infantil.
Hoy explicamos cómo el abordaje temprano en estadios infanto-juveniles puede contribuir a un desarrollo más pleno y saludable, ante qué situaciones sería conveniente resolver una cita con el psicólogo infantil y qué esperar de las sesiones.
En primer lugar, ¿qué es un psicólogo infantil?
De acuerdo al plan de estudios universitarios actual, el perfil del psicólogo infanto-juvenil, es el de aquella persona que haya cursado un grado en Psicología de 240 créditos y posteriormente haya realizado unos estudios de posgrado, sean estos un máster para la habilitación clínica o una interinidad a través de las oposiciones, todo esto equiparable a la antigua licenciatura.
Un psicólogo infantil es, por tanto, un profesional habilitado que cuenta con conocimientos teórico-prácticos suficientes como para abordar todo tipo de demandas, sean estas relativas a la prevención o la promoción por medio de intervenciones que aborden situaciones de malestar, dificultades o trastornos a lo largo del proceso de maduración/crecimiento.
En consecuencia, en el momento de seleccionar profesionales, estos han de cumplir con estos requisitos y ser claros a la hora de justificar su formación, tal y como se puede ver en equipos como el de Psicólogos Zaragoza.
¿Cuándo solicitar cita con el psicólogo infantil?
Muchos padres y tutores temen acudir a estos especialistas por el estigma asociado a las enfermedades mentales; no obstante, cabe destacarse que más allá de los Trastornos del Neurodesarrollo como el TDA-H o el Trastorno del Espectro Autista, existen otros motivos de consulta más ordinarios que también requieren ayuda y lejos de suponer una etiqueta, implican una ayuda para la correcta adaptación y desarrollo de los niños.
El ejemplo más claro para saber si merece la pena llevar a un niño al psicólogo es si este presenta una dificultad para afrontar situaciones, siendo esto, además, algo repetitivo. Los motivos en este sentido pueden incluir miedos desadaptativos, problemas para la pronunciación, enuresis o encopresis, o problemas de conducta entre otros.
Estos problemas han de suponer un desfase en el desarrollo, es decir, que el niño no haya alcanzado las habilidades esperadas para su edad. Por ejemplo, no tendría sentido afirmar problemas en la lectoescritura o una discalculia si el niño todavía no se encuentra en el estadio concreto para su aprendizaje.
Ante este ejemplo, no hay que preocuparse, ya que los docentes también cuentan con conocimientos aplicados sobre el desarrollo infantil, por lo que, ante cualquier identificación de retraso en el aprendizaje con respecto al ritmo global de la clase, recomendarán la derivación a un psicólogo infantil para poder trabajar de manera conjunta en su readaptación a los objetivos del curso.
Por tanto, el papel de padres y tutores legales es el de supervisar el comportamiento en casa y guardar una buena comunicación con el centro académico del niño para coordinarse ante cualquier disfunción.
En última instancia, cabe añadirse que los psicólogos infantiles también atienden demandas de duelo o situaciones difíciles de manejar, como la pérdida de un ser querido, bullying, o la formación a padres con hijos con discapacidad.
¿Qué esperar del psicólogo infantil?
Debido a la minoría de edad, las sesiones en Psicología infantil siempre son adaptadas a la capacidad comprensiva del niño, además de requerir en todo momento del permiso de los padres.
Antes de proceder a ningún tipo de intervención, se realizará una evaluación bien sea a través de una entrevista o pruebas psicométricas y se establecerá un punto de partida y si realmente es pertinente la intervención.
A partir de esta sesión inicial y del motivo de consulta específico se marcarán los objetivos de la terapia y el número de sesiones estimadas. Nuevamente, informando e incluyendo a los padres en todo el proceso para mantener coordinación y naturalidad en todos los ámbitos del niño y que, en último término se adquieran y generalicen las habilidades requeridas y se suprima la conducta o situación problema.