Siempre Presente: la contribución psicológica en el duelo de los ritos y los colgantes de cenizas

En todas las culturas, el duelo acontece como un proceso del que resulta difícil salir ileso. Sin embargo, algunos ritos, como la contención de las cenizas de nuestro ser querido en un bonito colgante, puede ser de gran ayuda psicológica para seguir avanzando. Más que un lastre de nuestra dolida memoria, un modo de reivindicar la vida contra el sabor amargo del deceso.

Reducir el peso del duelo

Pese a la fortaleza mental de la que a veces hacemos gala como seres humanos, nadie está nunca preparado para la muerte de un ser querido. Sin importar su momento en la historia o la cultura, se trata de un acontecimiento doloroso, resorte de un pesado sentimiento de soledad posterior, ante el que debemos enfrentarnos con todo el amor y la comprensión del mundo. Entendiendo, además, que poco puede recomendarse ante el proceso de duelo que, de un modo u otro, tarde o temprano, será necesario abordar para finalmente despedirnos del fallecido. De hecho, motivo por el que toda religión dispone también de su liturgia de sepelio particular.

Sin embargo, los ritos no siempre son capaces de paliar la pesadumbre. Y es por ello que cabe prever otras fórmulas que nos sean menos impersonales y distantes, opciones mediante las que recordar eternamente a nuestro ser querido, llevándolo todavía con nosotros. Sin ir más lejos, es un hecho que, a fin de facilitar el duelo y reincorporarnos a la agridulce normalidad, los colgantes para cenizas surten de un gran apoyo psicológico a los familiares durante dicho proceso. Como bien lo ejemplifica la labor de Siempre Presente, un complemento único cuya proximidad a nuestro corazón es tanto literal como figurada y que nos ayudará a asimilar la realidad.                                                                             

La asimilación de la muerte en la cultura

Alrededor del mundo, cada cultura tiene su propia ceremonia de transición entre la vida y la muerte. Una serie de ritos que, en mayor o menor medida, tratan de homenajear al fallecido y asumir su marcha para poner capítulo final a un episodio de la existencia que sacude todas las conciencias adyacentes. Si bien algunas culturas tienden a tener una visión más positiva de la muerte, considerando el deceso de su ser querido el traslado a un universo o espejismo de lo sagrado, buena parte de la cultura occidental no acostumbra a guardar positivismos en este ámbito. Razón por la que la carga psicológica resulta de una gran conmoción y severidad.

Ante el pesar, muchos optan por positivar la liturgia en clave humorística, contando todo tipo de anécdotassobre la vida del fallecido, además de alguna mención a su lado más íntimo y emocionalque humanicen su partida. Una vía acertada para encarar el suceso con la mente puesta no en la dureza del presente, sino en la imperturbable fuerza del pasado. Un pasado que esa persona fue capaz de nutrir con una vida cuyo eco seguirá retumbando y repitiéndose en la fortaleza colosal de la memoria. Sin embargo, un evento así, pese a su suave atmósfera, puede todavía dejar algo de negrura en sus días posteriores a causa de los respectivos contrastes emocionales.

Durante dichos días, en pleno duelo, algunos familiares optan por revivir viejos momentos ojeando antiguas fotos, vídeos de divertidas fiestas o recogiendo la ropa y pertenencias del fallecido para poder olvidar el dolor. En otros casos, y especialmente si se escoge el proceso de incineración frente al entierro, la opción de salvaguardar sus cenizas puede ser un reconfortante estímulo para asumir la pérdida. Un modo de llevar parte de nuestro ser querido con nosotros, custodiándolo para sentir que siempre estuvo, que jamás partió del todo y que su recuerdo, des del primer polvo de estrellas, todavía late en su retorno al polvo.

Polvo al polvo: las cenizas en el duelo

Si bien asumimos que la inhumación es la ceremonia más frecuente alrededor del mundo, las antiguas culturas a menudo optaban por el fuego como canal de purificación del cuerpo en su partida. La Cremación es ya una opción presente en prácticamente todas las culturas, pero su paso siguiente no siempre se contempla por igual entre los seres queridos. Tras la incineración, algunos familiares deciden esparcir las cenizas en un lugar clave del fallecido, entendiendo que así cuanto queda de él permanecerá en un espacio afín a su existencia. Otros, en cambio, prefieren guardarlas en una urna y mantenerlas en la intimidad del hogar.

En ambos casos, la mente se libera del lastre contiguo a la muerte, que siempre es el recuerdo constante del fallecido, en una práctica que muchos prefieren frente al tradicional entierro. Además, algunos métodos como la confección de joyas a partir de las cenizas resultan bastante caros, por lo que no muchos familiares pueden asumir sus costes y optan por las primeras opciones. Sin embargo, espacios como Siempre Presente conceden una tercera posibilidad, más asequible, y que, como se ha mencionado, pasa por portar las cenizas en bonitos colgantes rindiendo tributo a nuestro ser querido en un objeto siempre a nuestro alcance.

Al fin y al cabo, y pese a las opciones de las que dispongamos, la mente suele ser una balanza que cada uno equilibra a su ritmo y bajo sus propias metodologías. No obstante, nunca está de más conocer algunas de las opciones que mayor efecto positivo tendrán sobre nuestras vidas. En este caso, mediante un complemento con el que contener y eternizar el amor dentro y fuera de nuestra memoria. Porque, como seres humanos, la relación afectiva con nuestros semejantes siempre debe ser motivo de orgullo y homenaje. Porque la muerte, aun a pesar de la frialdad de su llegada, nada puede contra la reivindicación de la vida.

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